Hace algunos años, sin saber por qué, compramos un par de muñecos elfos en un centro comercial. Algo en ellos nos llamó profundamente: tenían una expresión solitaria, como si aguardaran silenciosos a ser rescatados. Desde que llegaron a nuestro hogar, comenzaron a ocurrir cosas que no sabíamos cómo explicar. Empezamos a soñar con un mismo paisaje: un bosque, un río, una atmósfera extrañamente familiar. Al principio pensamos que era simple coincidencia… pero en el fondo sabíamos que no lo era.
Pasó el tiempo, y más adelante participamos en un encuentro de conexión con la naturaleza. Acampamos cerca de un río, sin imaginar que allí se revelaría todo. Tras compartir ceremonias de meditación, silencio y recarga energética, sentimos una necesidad muy particular de salir a caminar bajo las estrellas. Esa madrugada, el bosque parecía distinto: el río murmuraba con una voz profunda, como si una presencia antigua hablara a través del agua, y todo a nuestro alrededor vibraba con una fuerza que no era de este mundo.
Fue entonces cuando ocurrió: una pequeña esfera luminosa se acercó flotando, primero tímida, luego más decidida. A medida que se aproximaba, descubrimos con asombro que no era una luciérnaga ni un simple destello: era un ser diminuto, de figura humana, delicada y resplandeciente. Se movía con curiosidad infantil, acercándose y alejándose de nosotros en un juego lleno de alegría. Y mientras nos asombrábamos, notamos que las plantas y los arbustos cercanos parecían adoptar también formas humanoides, como si la naturaleza entera nos sonriera.
¿Fue real? Esa noche, al volver a nuestras bolsas de dormir, sabíamos en el fondo que sí.
Aquel encuentro abrió una puerta. Empezamos a recibir mensajes de manera sutil: pensamientos, sueños, sensaciones, señales que, reunidas con paciencia, revelaban un mensaje claro:
“Somos los espíritus de la naturaleza. En otros tiempos convivimos con la humanidad. Hoy casi nadie cree en nosotros ni en la magia, pero aún estamos aquí. Queremos que los seres humanos vuelvan a creer, como cuando eran niños.”
Así nació La Villa de los Elfos.
Lo que iba a ser una tienda de regalos y curiosidades se transformó, con el tiempo y la guía de los espíritus de la naturaleza, en un espacio consagrado a su presencia. Nos preparamos en el arte espiritual, estudiamos, nos formamos y aprendimos a escuchar. Hoy comprendemos que aquello no fue un accidente, sino una invitación.
Desde entonces, trabajamos con guía, conocimiento y respeto. Cada figura que ofrecemos está consagrada con fórmulas ancestrales, con la guía de los seres que nos acompañan y con el anhelo de restaurar ese vínculo olvidado entre los mundos visibles e invisibles.
Estamos aquí para quienes quieran escuchar, sean pocos o muchos. Y cada vez que alguien vuelve a creer, una chispa vuelve a encenderse en el bosque...